La fosa de los hombres buenos: cuando el fascismo fusilaba a curas y a médicos de pobres

Ha comenzado la localización de los represaliados en el Barranco de Cortasogas. La concejal socialista en el ayuntamiento de Calatayud Julia Olivas, nos cuenta el estado de la recuperación de las víctimas para sus familias:


Por fin, los trabajos en el Barranco de Cortasogas empezarán próximamente.

El Gobierno de Aragón, a petición del PSOE de Calatayud y de las familias de tres asesinados en ese paraje, ha autorizado a los arqueólogos de ARICO (Javier Ruiz y Cristina Sánchez) para que empiecen con el Georradar. Esperamos que los resultados sean positivos. Ya os iremos informando.

Estamos muy al principio de un largo camino para recuperar sus restos, y hasta ahora ya ha habido mucho trabajo previo y muchas personas que han colaborado de una forma u otra hasta llegar a este punto que marca el inicio. A todas, MUCHAS GRACIAS: Seguramente os seguiremos necesitando.

También necesitamos el apoyo moral de toda la agrupación socialista de Calatayud porque es muy importante que nuestros militantes y simpatizantes sean el altavoz de este proyecto enmarcado en la nueva Ley de Memoria Democrática: Justicia, Verdad y Reparación. Y recuperación de los asesinados para entregárselos a sus familias y que les den la digna sepultura que se merecen.


Ahora procedemos a reproducir el artículo de publico.es que nos cuenta todo acerca de este enterramiento y de sus víctimas


https://www.publico.es/politica/fosa-hombres-buenos-fascismo-fusilaba-curas-medicos-pobres.html#md=modulo-portada-bloque:2col-t1;mm=mobile-big

Los memorialistas de Arico, las familias de las víctimas y el PSOE de Calatayud activan la búsqueda de los enterramientos del barranco de Cortasogas para recuperar los restos de varios vecinos de la comarca asesinados en agosto de 1936.

Eduardo Bayona@e_bayona

La fosa del barranco de Cortasogas, en Calatayud, no muy lejana a la del paraje de La Bartolina (donde fueron enterrados los restos de tres centenares de republicanos asesinados por los sublevados durante la guerra y los primeros años de la dictadura), nunca ha dejado de ser, pese al silencio impuesto durante más de ocho décadas sobre su existencia, un acta del terrible grado de indiscriminación que caracterizó a la violencia franquista. De sus enterramientos clandestinos han sido recuperadas más de 9.000 víctimas en las últimas dos décadas.

Allí, en un lugar indeterminado del cauce del torrente, hoy seco, y de los campos que se extienden por sus alrededores, se encuentran los cadáveres de al menos cuatro personas fusiladas en el mes de agosto de 1936, aunque algunos datos apuntan a que podría haber hasta diez en dos fosas, cuya búsqueda va a comenzar a finales de este mes, más de 86 años después de su muerte.

«No está claro lo que hay allí. El mapa de fosas del Gobierno de Aragón habla de la existencia de una que habría desaparecido, pero seguramente hay dos: una con tres víctimas que se conocen y otra con restos de cinco o siete entre los que solo hay uno conocido», explica Javier Ruiz, arqueólogo de la entidad memorialista Arico (Asociación por la Recuperación y la Investigación Contra el Olvido).

El mapa de fosas del Gobierno central, por el contrario, registra el enterramiento como «no intervenido» y da por hecha la presencia en ella de dos víctimas, Eradio López y Germán Baquedano.

El médico que atendía gratis a los pobres

En los perfiles de tres de las cuatro víctimas identificadas por los testimonios de quienes participaron en los crímenes o los presenciaron coincide una constante. Esta es que desarrollaron labores asistenciales y formativas entre los sectores de la población más desfavorecidos de la zona: un hombre a quien denominaban el médico de pobres, un abogado que enseñaba a leer y escribir y un cura conocido de Azaña y aficionado a la botánica que compartía sus conocimientos con los vecinos.

«El objetivo es entregar los restos a los familiares», explica Julia Oliva, concejal del PSOE en Calatayud, que explica cómo «desde los años 70 hay allí un memorial colocado por uno de los hijos de Eradio, que de niño se fue a vivir a Barcelona con su madre viuda y al que el ayuntamiento le denegó el permiso para buscar los restos de su padre».

Él fue quien colocó la piedra con la inscripción «Eradio, 11-8-36», y también quién enterró en un nicho del cementerio municipal un arca con tierra del barranco de Cortasogas, donde cuatro décadas antes su padre había muerto fusilado.

«A Eradio lo llamaban el médico de los pobres. Mi madre me contaba cómo todas las tardes iba a visitar a enfermos en las Casas Baratas. No les cobraba e incluso les dejaba dinero para que pudieran comprar medicinas«, recuerda Oliva, a la que también su madre le explicó cómo «su asesinato provocó un fuerte impacto» en la ciudad.

Eradio, médico de profesión que ejercía en la Azucarera local y estaba emparentado con una familia de industriales de la ciudad, «ostentó la vicepresidencia de la Agrupación Socialista de Calatayud en 1933 y es recordado como un hombre de gran corazón y como el médico de los pobres, pues asistía a los pacientes más humildes sin ninguna contraprestación». Así lo reseña el historiador Nacho Moreno en su libro La ciudad silenciada: segunda república y represión fascista en Calatayud (1931-1939).

Los sublevados acuñaron una retorcida versión de esa misma biografía: «Profesaba ideas marxistas y, valiéndose de su prestigio y cultura por ejercer la profesión de médico, hizo activa propaganda de ellas entre sus vecinos, siendo considerado como uno de los principales dirigentes del partido socialista en Calatayud». Y eso, en algunas cabezas, bastaba para justificar su muerte.

El abogado que enseñaba a leer en ‘La ciudad maldita’

El médico de los pobres había estado recluido en el cuartel de Artillería Ligera de Calatayud, utilizado como cárcel en la primera fase de violenta represión desatada por los sublevados en las riberas del Jalón y el Perejiles desde el inicio del golpe, junto con Germán Baquedano y con Serafín Gracia.

Las biografías de los tres comparten, además de la coincidencia en la fecha, el lugar y la causa de su muerte el 11 de agosto de 1936 a manos de pistoleros facciosos en el barranco de Cortasogas, el rasgo común de haber desarrollado acciones asistenciales entre los sectores menos favorecidos de Calatayud y de otros pueblos de la comarca.

Baquedano acabó militando en el PSOE después de haber abandonado el seminario poco antes de su ordenación para estudiar Derecho. «Era abogado, profesor de piano y enseñaba a leer y escribir a las personas mayores», recoge Moreno en su investigación. En ella indica que «por su juventud militaba y era secretario de la sección local de las Juventudes Socialistas Unificadas, pero además en marzo de 1936 fue elegido vocal de la Agrupación Socialista de Calatayud».

A esos cargos se les unía, recuerda Oliva, el de ser «muy amigo de Francisco Bueno, El Estirado», un dirigente socialista cuya muerte en público organizaron los sublevados como un espectáculo festivo, con presencia de la banda musical de Ateca, pasquines de convocatoria y día sin escuela para los niños.

Varias décadas después, una música muy distinta que la que sonó ese día, la de la desgarradora La ciudad maldita de Amaral que arranca narrando cómo «se escribió tu historia con tinta invisible / sobre una página negra que nadie pudo leer», recordaba la muerte de Baquedano, padre de una de sus tías, y la losa de silencio que la cubrió.

El cura que se hizo amigo de Azaña en un tren

El tercer fusilado era Serafín Gracia, el cura de Aldehuela de Grío, una pequeña población hoy abandonada del valle al que da nombre ese río. Procedente de una familia acomodada de Santa Cruz y aficionado a la botánica, compartía sus conocimientos con los vecinos de la zona, ya fuera para tareas agrícolas o para otros usos de las plantas.

De ideas republicanas, había coincidido en un viaje en tren con Manuel Azaña, presidente del Consejo de Ministros y de la Segunda República, con quien mantenía una relación epistolar de la que el cura hablaba abiertamente.

«Debía simpatizar con los ideales republicanos, pues se cree que organizaba mítines en la sede de Unión Republicana de Santa Cruz y se carteaba con Manuel Azaña«, reseña Moreno, que explica cómo durante su detención en el cuartel fue sometido a un trato especialmente vejatorio y cómo «aunque la familia intentó interceder por su vida, nada pudieron hacer por él».

El historiador apunta como «posible» el hecho de que con ellos «fuera asesinado Faustino Ismael Oroz Moncín, otro joven comunista de 24 años, cuya partida de defunción sitúa la muerte ese mismo día», aunque este no se trata de un dato contrastado.

¿La segunda fosa de Cortasogas?

Varios datos apuntan a que en el barranco habría una segunda fosa con entre cinco y siete víctimas de los sublevados que habrían sido asesinados cuatro días más tarde, el 15 de agosto.

Uno de ellos sería Eugenio Castillo, comunista y afiliado a la UGT cuya familia regentaba una casa de comidas en Calatayud, frente al Mesón de La Dolores, y que había huido al monte una semanas antes, después de que un familiar le avisara de que un grupo de falangistas le andaba buscando.

Otro pariente le delató a la Guardia Civil cuando se encontraba en los montes de Orera, localidad de la que era originaria su familia, y uno más, marido de una prima, condujo el camión en el que fue trasladado hasta el barranco de Cortasogas para ser asesinado.

Hay dos versiones sobre cuántas víctimas murieron en esa razzia, una que indica que en el camión viajaron cinco personas y otra que sostiene que eran siete. «En la primera fosa hay tres víctimas y en la segunda lo hemos de aclarar», explica Ruiz, que anota que una de las primeras tareas se va a centrar en la recogida de la documentación disponible sobre el caso y en su ampliación mediante testimonios, aunque, «por desgracia, cada vez queda menos gente que pueda ofrecer el suyo, cada vez son más indirectos».

El Gobierno de Aragón autoriza el inicio de los trabajos

Esa parte de la intervención, que desarrollará Arico y que ha sido impulsada por las familias de las víctimas y por el PSOE de Calatayud, se solapará con el rastreo de la zona con el georradar, prevista para la última semana de este mes de octubre. A ella seguirá un procesamiento de los datos que se prolongará al menos durante al menos un mes y que será, en cualquier caso, previo al inicio de los sondeo en las zonas en las que se detecten anomalías del terreno compatibles con enterramientos.

El pase del georradar ha sido autorizado esta misma semana por el Gobierno de Aragón, que también da el visto bueno a «su posterior excavación con medios manuales y los trabajos de identificación posteriores así solicitados por sus descendientes directos o entidades que actúen en su nombre».

Los trabajos van a afectar a un área de 4.000 metros cuadrados que, además del barranco, cuyos permisos de acceso está tramitando la CHE (Confederación Hidrográfica del Ebro), incluye cuatro campos de labor ubicados junto a una curva de la antigua carretera cuyos propietarios los han autorizado. «Allí pudieron parar, fusilarlos y enterrarlos», apunta Ruiz.

Otra cosa es hasta dónde permitirá llegar la financiación de la que disponen, escueta después de que el pleno del Ayuntamiento de Calatayud -en el que PP y Cs mantienen una coalición de Gobierno a menudo tormentosa aunque sus discrepancias que no se dan en materia de memoria– rechazara la propuesta del PSOE para optar a las subvenciones que canalizaba la FEMP (Federación Española de Municipios y Provincias).